FUENTE DE CANTOS EN TIEMPOS DE ZURBARAN* *

 

 

 

Alfonso Rodríguez Grajera

                                                                      Universidad de Extremadura

 

 

La villa natal de Francisco de Zurbarán está situada al sur de la provincia de Badajoz, entre el límite meridional del valle del Guadiana (donde termina la fértil comarca de la Tierra de Barros) y la sierra de Tentudía, en las estribaciones de Sierra Morena. La suave penillanura, de entre 500 y 600 metros de altitud, sobre la que se asienta el término de Fuente de Cantos se nos aparece así como una zona de transición y contacto no sólo entre dos formaciones geomorfológicas diferenciadas, sino también entre Extremadura y Andalucía. Este carácter de área de contacto se refuerza si se considera su localización en plena Ruta de la Plata, la gran vía de comunicación del oeste peninsular que atraviesa la región extremeña en sentido norte-sur y que sin duda contribuyó de manera decisiva a la integración de Fuente de Cantos en la historia ya desde épocas muy tempranas.

 

Con un término municipal de algo más de 250 kms. cuadrados (“de poniente a levante tres leguas, de mediodía al norte, cinco”), limita con las localidades de Calzadilla de los Barros, Bienvenida, Montemolín, Medina de las Torres, Valencia del Ventoso, Calera de León y Monesterio ; limita asimismo con Llerena, la ciudad más importante de la zona, cabeza del partido, que tendrá gran influencia tanto en el desarrollo histórico de Fuente de Cantos, a la que está estrechamente ligada durante esta época, como en la vida artística del más ilustre de sus hijos[1].

 

La adscripción jurisdiccional de Fuente de Cantos presenta una gran complejidad, dados los avatares y cambios que sufrió a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y durante el XVII. Se trata de un caso que pone de manifiesto de modo nítido y rotundo no sólo las dificultades que atravesó la Hacienda Real durante el reinado de Felipe II, sino también las estrecheces económicas de las haciendas locales y la apetencia de determinados sectores sociales por conseguir un señorío. Y además, cómo todo ello repercutía de modo directo sobre una población que veía sus ingresos mermados, sus rentas comprometidas por una presión fiscal creciente y su tranquilidad perturbada por conflictos generados en torno al poder.

 

Fuente de Cantos se englobaba en la provincia de León de la Orden de Santiago, y en concreto en la jurisdicción de Llerena, el mayor de los territorios de Ordenes con que contaba Extremadura : un total de 32 núcleos de población - el 41 por ciento del total de las poblaciones de la Orden de Santiago - que albergaban a 14.446 vecinos[2]. No obstante, las necesidades de la Hacienda Real condujeron a una desamortización y privatización de  numerosos territorios de Ordenes. De este modo, durante el reinado de Felipe II, en uno de los períodos más críticos para la Hacienda Real, 1573, Fuente de Cantos, con la encomienda de Aguilarejo, es desmembrada de la Orden de Santiago junto con las villas de Almendralejo, Monesterio, Montemolín, Medina de las Torres y Calzadilla[3]. Dichas villas y encomiendas fueron vendidas a la ciudad de Sevilla (a excepción de la suprema jurisdicción y apelación). De este modo, una vez calculadas las rentas de la Mesa Maestral, las rentas de las encomiendas y el valor de las alcabalas y los situados, la ciudad de Sevilla pasó a ejercer la jurisdicción, entre cuyas preeminencias destacaba el nombramiento de un corregimiento para Fuente de Cantos y su tierra, con funciones judiciales, pero cuyas apelaciones en lo civil y en lo criminal debían verse ante los alcaldes y oidores de la ciudad de Sevilla.

 

Esta dependencia directa de Sevilla había de durar para Fuente de Cantos, sin embargo, muy poco tiempo. En efecto, tan sólo un año después, el 27 de marzo de 1574, Juan Núñez de Yllescas, que se había encargado de las negociaciones entre la ciudad de Sevilla y la Corona para la desmembración de estos territorios, actuando en nombre de la capital andaluza, por medio de un nuevo asiento y previo consentimiento de la ciudad, compra para sí la villa de Fuente de Cantos, que pasa de este modo a convertirse, como tantos otros territorios de la corona de Castilla, en señorío, tomando la villa

 

          “con sus vasallos, términos y jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero mixto imperio, en primera y segunda instancia y en grado de apelación, con el derecho de patronazgo y de elegir alcaldes, alguaciles, regidores y otros oficiales, y con todas las otras preeminencias y derechos, y escribanías y penas y calunias arbitrarias, legales y fiscales y mixtas, y mostrencos y martiniega,  y pedido que dicen del maestre, y otras qualesquier rentas y derechos que sean o ser puedan anejos y pertenecientes en qualquier manera a la jurisdicción, señorío y vasallaje de la dicha villa[4].

 

Resulta significativo que no pasaran al nuevo señor diezmos, ni propiedades territoriales como dehesas y otros bienes raíces que permanecieron en poder de la ciudad de Sevilla. De ahí que se trate, como en la mayor parte de las ventas de este tipo que se realizan durante los siglos XVI y XVII, de lo que S. de Moxó ha llamado señorío jurisdiccional impropio. Los derechos adquiridos por Juan Núñez de Yllescas eran realmente poco importantes desde el punto de vista pecuniario y no suponían, en principio, un mayor gravamen para los vecinos, puesto que lo único que cambiaba era el destino de las cargas, no aumentándose éstas ni imponiéndose otras nuevas. Por ello resulta, en principio, difícil de entender la oposición de las comunidades vecinales (y Fuente de Cantos es un claro ejemplo) a este nuevo status jurisdiccional[5]. Quizás sólo podamos explicar esa oposición, como hizo Salvador de Moxó en un trabajo ya clásico sobre el señorío[6], en el sentido de que al carecer este tipo de compras de bienes territoriales cuando el señorío tiene una amplia tradición solariega, los nuevos señores jurisdiccionales muestran una fuerte apetencia territorial, no teniendo a su alcance sino los bienes comunales tan importantes para la comunidad campesina.

 

Ya fuese esa apetencia real o por el contrario sólo producto del ancestral miedo que el señor de vasallos provocaba en la población, el caso es que los vecinos de Fuente de Cantos no fueron capaces de sustraerse a su influencia e iban a intentar por todos los medios rescatar la jurisdicción para volver a la situación anterior. Pero sólo podrán lograrlo cuando sus posibilidades económicas se lo permitan o a costa de un fuerte endeudamiento que repercutirá no sólo sobre las arcas municipales, sino sobre la totalidad de los vecinos. Tan solo trece años después de haberse convertido en una villa de señorío, los fuentecanteños, al amparo de una cláusula de retrovendo, conseguirán que tanto la villa como las alcabalas se reintegren a la jurisdicción de la Corona, a cambio de obligarse al pago de una cantidad total de 41.000 ducados, para hacer frente al cual recibieron autorización real para repartir sisas entre los vecinos por valor de 10.000 ducados, vender 60 fanegas de tierras,  arrendar parte de sus dehesas boyales a labor durante 16 años y, finalmente, tomar un censo de 2.000 ducados[7].

 

 No cabe duda que estas medidas afectaron negativamente la economía de los vecinos, que vieron como se gravaban los principales artículos de consumo por medio de las sisas, además de perder el disfrute de sus dehesas boyales que pasaron a estar ocupadas por particulares. También se resintieron gravemente las arcas municipales (al tener que hacer frente al pago del censo) y el propio patrimonio concejil con la venta de tierra, por más que ésta fuera de pequeño tamaño. No resulta por ello extraño que sólo unos años después de este proceso, cuando se impone el servicio de millones, los vecinos se quejan de tener ya grandes cargas y no poder hacer frente a los nuevos impuestos, consiguiendo una cierta rebaja. Las medidas que se toman ahora no son otras que cargar nuevamente sobre los productos de primera necesidad y sobre dos de las fuentes fundamentales de riqueza de la villa, los paños y el ganado:

 

 

 

          “La villa de Fuente de Cantos, para eximirse de la jurisdicción de doña Violante, mujer de Juan Núñez de Yllescas, sirvieron a Su Majestad con quarenta mil ducados, para la paga de los quales arrendaron a labor la mayor parte de sus dehesas boyales por diez y seis años, y para pagar de presente la cantidad en que se impuso la dicha villa, tomó a censo la cantidad que montan de renta mil ducados. Quejanse de estar cargados ; como refieren en su respuesta, no han hecho ningún repartimiento, con parecerles se les ha de hacer merced de bajarles, de que se les ha hecho para los millones. Esta villa es lugar grande, donde será de mucho momento imporle (sic) sisas en los mantenimientos y para que haya lugar la conbrança de ellas, estancos en el vino, pescado, aceite, jabón y queso, y en los sayales, que se labran muchos en la dicha villa, alguna cantidad en  cada pieza ; y en las cabezas de ganado repartirse lo que faltare de los arrendamientos de la dicha sisa y estancos y sayales. Y si en otra forma se hacen, entiendo no se podrá cobrar, y de esta suerte no se perderá nada”[8].

 

 

 

. Las dificultades financieras por las que atravesaba el ayuntamiento obligaron en 1607 a pedir, con facultad real, un préstamo a un vecino de Sevilla, a cambio del cual había de pagarse un rédito anual de 4.000 reales. El endeudamiento municipal iba en aumento y el cobro de las rentas reales se resentía, hasta el punto que en ese mismo año, ante el atraso en el pago de las alcabalas, el juez real encargado del caso, el licenciado Torres de Coria, decide la ejecución de los bienes de los regidores Alonso Núñez Calleja y Diego García, como responsables del cobro de las rentas. Otros regidores, además del Mayordomo del Concejo, también estaban implicados. El precio que se había pagado por el rescate de la jurisdicción comenzaba a ser demasiado alto.

 

No se estabilizaría, sin embargo, la situación jurisdiccional a partir de ese momento. Aunque desconocemos las fechas concretas en las que se produjeron algunos de los hitos del proceso que relataremos a continuación (por la grave limitación de las fuentes disponibles), en líneas generales pueden explicarse con suficiente claridad los diversos avatares sufridos por la villa y sus vecinos. Sabemos que en 1607 Fuente de Cantos continuaba siendo una villa de realengo, como pone de manifiesto la estructura de su ayuntamiento, compuesto por un alcalde ordinario (cargo que en ese momento recaía en Alonso Rodríguez Salvatierra) y varios regidores (Pedro García Navarro, Alonso Domínguez del Corro, etc.) algunos de ellos perpetuos. Algunas noticias que no hemos podido confirmar señalan que en 1617 las rentas de la villa, estimadas en 24.000 ducados, fueron vendidas por Felipe III mediante concierto a los banqueros genoveses Baptista Serra, Sinibaldo Fiesco y Octavio Centurión[9].

 

Lo que sí estamos en disposición de confirmar es que entre 1607 y 1621 Fuente de Cantos cambió nuevamente su status jurisdiccional y fue vendida, convirtiéndose en señorío[10]. El nuevo señor fue D. Diego Romano Altamirano, letrado del Reino, quien probablemente nunca llegase a residir en Fuente de Cantos. La confirmación de esta venta sólo la conocemos por noticias indirectas, como la petición presentada a las Cortes de 1621, en su sesión del 19 de noviembre, en la que “Don Diego Altamirano, señor de la villa de Fuente de Cantos” solicita remedio a los daños causados por la Mesta[11]. Las prerrogativas del nuevo señor eran evidentemente limitadas ; no podía controlar los oficios de regidores puesto que, como señalamos anteriormente eran, al menos en algunos casos, perpetuos y de nombramiento real. Sí pudo nombrar corregidor, cargo que en 1622 recaía en el licenciado Matías García, así como Alguacil Mayor, que en esa fecha era ocupado por Francisco Gutiérrez de Velasco[12]. También se hacen referencias a la propiedad de la escribanía pública.

 

Resulta extraordinariamente significativo que la venta de la jurisdicción de Fuente de Cantos a D. Diego Romano Altamirano tuviese lugar en una etapa anterior al gran proceso de venta de lugares y vasallos abierto en 1626 por Felipe IV, tanto más si se tiene en cuenta que sólo unos años antes los vecinos habían realizado un gran esfuerzo económico para rescatar la jurisdicción pasando de señorío a realengo. Quizás la explicación haya que buscarla precisamente en las propias dificultades económicas y la imposibilidad de hacer frente al endeudamiento que se había contraído para realizar aquella operación. En este sentido, un documento posterior, fechado en 1652, señala que el señor había de hacer frente al pago de varias cargas censales contraidas por el municipio.

 

En el año 1626 tiene lugar un nuevo cambio. D. Diego Romano Altamirano “y otros consortes vecinos de Madrid[13] vende la jurisdicción de Fuente de Cantos a D. Juan Vicentelo de Leca, que pasó así a covertirse en el nuevo señor de la villa. Este traspaso de jurisdicción ha sido tradicionalmente considerado como el paso de la jurisdicción real a la señorial[14], aunque como hemos visto ese proceso es anterior. D. Juan Vicentelo de Leca pertenecía a una de las más preeminentes familias de extranjeros que se habían naturalizado y conseguido enriquecerse con muy diversos negocios. Su padre, Juan Antonio Corzo Vicentelo, natural de Córcega, hizo fortuna en Indias, estableciéndose posteriormente en Sevilla, donde compró varias villas, entre ellas Cantillana. Su hijo, Juan Vicentelo de Leca, emparentó con la casa nobiliaria de los Toledo y abandonó los negocios paternos para integrarse en la nobleza castellana[15]. Desde la capital  andaluza controlará su estado.

 

Aunque desconocemos las condiciones originales de esta venta, documentos posteriores, de 1652, cuando el señorío era ocupado por su hijo D. Juan Luis Vicentelo Leca y Toledo, gentilhombre de Su Majestad y primer conde de Cantillana, nos permiten establecer las relaciones entre el señor y la villa y vecinos de Fuente de Cantos. Además de las prerrogativas de nombramiento de Alguacil Mayor y de Gobernador (que aparece como juez y representante del señor en la villa, aunque no preside ni modera las reuniones del ayuntamiento), tenía también competencias judiciales, como demuestra su intervención en el pleito suscitado en torno a la administración de la encomienda : Alonso Martínez de Burgos pretendió despojar de su cargo de administrador a D. Diego de la Cerda, para lo cual “pidió ante su señoría el señor conde de Cantillana, mi señor y de esta villa que ... se suspendiese dicha administración, a cuya instancia dicho señor conde, estando ya de partida a la villa de Cantillana, proveyó auto...[16].

 

No faltaban tampoco las compensaciones económicas : “dicho señor conde tiene sobre los propios del dicho concejo veinte y dos mil y setecientos y tantos reales de tributo y renta que le paga cada año”. No obstante, el señor tenía obligación de pagar cada año “las dos tercias partes de los tres mil y ochenta reales del censo y renta de doña Tomasina Rodríguez de las Varcelas y consortes y sus herederos, por ser la dicha tercia parte por quenta del dicho concejo. Y asimismo su señoría paga en cada año a las obras pías de Francisco Jiménez Vicario y en su nombre a la Hermandad de Curas...  de esta villa, ciento y sesenta y cinco mil y setenta maravedís, con cuya carga vendió el tributo mayor a dicho estado don Diego Romano Altamirano[17]. Las alcabalas también pertenecían al señor.

 

Las exacciones económicas derivadas del ejercicio del señorío por parte del conde de Cantillana, a los que había que sumar los de la encomienda, también privatizada, que a mediados del XVII pertenecía a D. Juan Francisco Valvi, conde de Villalvilla y asentista del Rey (en el año 1652 la ocupaba su viuda), tenían como consecuencia la salida hacia otros territorios de gran cantidad de recursos económicos. Pero no eran estos los únicos perjuicios que sufrían los vecinos de Fuente de Cantos. La utilización del ayuntamiento por parte de D. Juan Luis Vicentelo como medio para resolver cuestiones particulares y, sobre todo, su intervencionismo en la gestión del patrimonio concejil (que era competencia del ayuntamiento), estaban en el origen de continuos agravios, algunos de los cuales hemos podido conocer. En este sentido, en 1652, varios ganaderos de la localidad se dirigieron a las más altas instancias del Reino (cuando debía resolverlo el propio ayuntamiento) para obtener una provisión real que obligase al concejo a darles dehesa donde pastar con sus ganados, único medio de poder conservarlos. Los intereses del conde de Cantillana parecen estar tras éste y otros agravios similares, en los cuales los perjudicados son, por un lado, los vecinos más desfavorecidos y, por otro, no podemos olvidarlo, los poderosos que temen perder parte de los privilegios de que disfrutaban.

 

Ciertamente el descontento hacia el señor se iba haciendo cada vez más notorio, con el agravante de que desde mediados del XVII el permanente endeudamiento y la falta de recursos (en aumento por las contribuciones extraordinarias que deben aportarse con motivo de la guerra contra Portugal) impiden que vuelva a reproducirse la situación que se dio a finales del XVI, es decir, el rescate de la jurisdicción. Quizás no resulte casual que fuera en 1668 cuando el malestar deriva en un enfrentamiento directo con el señorío. El 19 de enero de ese año tiene lugar un hecho que sólo muy excepcionalmente se producía en el siglo XVII, la celebración de un cabildo abierto al que asistieron un total de 10 regidores (cifra no igualada en ninguna otra convocatoria) y 6 vecinos en representación de toda la población. Sólo un asunto de extraordinaria gravedad, como las enajenaciones patrimoniales, podía provocar una situación de este tipo.

 

Las razones de la convocatoria del pleno obedecían a la necesidad de “tratar y conferir se capitule a su señoría el conde de Cantillana con el Real Consejo de Justicias sobre los excesos y molestias que ha hecho y hace...sus hermanos y criados por razón del señorío que tiene en ella...y que conste a su Majestad y señores de dicho Real Consejo para que provean del remedio conveniente[18]. Se nombran varios comisionados que realicen la gestión en la Corte ; además de poner de manifiesto esas molestias y vejaciones ante el Consejo, piden que “se despache juez a la averiguación de ellos, y que el interín que se hace la dicha provanza, dicho conde, hermanos ni criados asistan en la dicha villa, respecto del señorío que tienen en ella y que asistiendo ningún testigo dirá con libertad por respeto y temor de dicho conde y demás referidos”. No se trataba sólo de una situación de malestar, sino también de miedo ante la autoridad señorial  y sus posibles represalias. Los viejos fantasmas del señorío estaban tomando cuerpo.

 

La oposición a la actuación del conde de Cantillana y sus parientes y servidores no se limitó sólo al plano institucional y jurídico. También se canalizará de una forma más violenta : en febrero de 1668 Juan del Palacio debe comparecer ante la Real Audiencia de Sevilla “para la averiguación del motín y tumulto que hubo en ella (Fuente de Cantos) con su señoría el conde de Cantillana”. El resultado de la pesquisa judicial sobre estos acontecimientos tuvo como resultado la imposición de diversas penas pecuniarias a varios vecinos de la localidad, algunos de ellos regidores y miembros de las más importantes familias de Fuente de Cantos. Esta situación parece indicarnos que los poderosos fueron, en cierta medida, los cabecillas de una revuelta en la que los intereses de la oligarquía local chocaban con los del señor y en cuyo fondo estaba, probablemente, la gestión y explotación de los recursos municipales., máxime si tenemos en cuenta que la mayor parte de los regidores basaban su potencial económico en la propiedad de la tierra y de ganados, y los propios y comunes del municipio eran una presa sumamente apetecible. La limitación de las fuentes disponibles impide conocer cómo terminaron los enfrentamientos entre la villa y el señor, pero ya en el siglo XVIII Fuente de Cantos vuelve a ser una villa realenga, aunque todavía en 1751 parte de sus recursos se hallaban hipotecados ; en concreto, los propios de la villa debían hacer frente al pago de 11.880 reales de rédito anual al conde de Cantillana, para lo cual las dehesas de propios se encontraban en “prenda pretoria” y administración por cuenta de dicho conde[19].

 

Desde el punto de vista fiscal, Fuente de Cantos se englobaba en la jurisdicción  de Llerena y su Tesorería de Rentas, donde se recaudaban los ingresos procedentes de las rentas reales que no estaban enajenadas. El papel de Llerena como centro receptor se vio reforzado a partir de la concesión del Voto en Cortes a Extremadura y el establecimiento de los partidos fiscales[20].

 

*     *     *     *     *

 

En el contexto demográfico del siglo XVII Fuente de Cantos es, si tomamos como referencia la cifra de 500 vecinos, una localidad grande. Ya en 1532 su población era de 657 vecinos (unos 2.500 habitantes) sin incluir nobles y eclesiásticos. Desde esa fecha hasta finales del siglo XVI la villa experimentó, al igual que el resto de Extremadura y de la Corona de Castilla, un fuerte crecimiento hasta alcanzar los 900 vecinos de todos los estados (en torno a 3.430 habitantes) según el censo de 1591, lo que hubiera supuesto un incremento de casi el 25% desde 1532. No obstante, si aplicamos el test de fiabilidad a este recuento, obtenemos una tasa de natalidad considerablemente baja, del 32 por mil, lo que demuestra que las cifras del censo están sobrevaloradas[21] y, por tanto, la población real en ese momento era más baja. Más fiable resulta el censo realizado en 1598 por el Priorato de San Marcos de León (tasa de natalidad del 37 por mil, acorde con los parámetros característicos de la época), que atribuye a Fuente de Cantos una población de 699 vecinos (unos 2.650 habitantes). Este dato indicaría que la población permaneció prácticamente estable entre 1532 y finales del siglo XVI. Afortunadamente disponemos de otros recuentos intermedios, como el alcabalatorio de 1552, que atribuye a la villa 900 vecinos, o el denominado Censo de los Obispos, realizado en 1587, que le otorga 800[22] ; a la vista de todas estas cifras, la villa de Fuente de Cantos experimentó, al igual que la población regional, una etapa de expansión en el tramo central del siglo XVI, comenzando a declinar hacia comienzos del último cuarto del siglo.

 

Ese período de disminución de la población, que coincide con el aumento de la presión fiscal, el endeudamiento y la crisis de los recursos municipales a los que nos referimos anteriormente, continuará a lo largo de la mayor parte del siglo XVII. El Censo de la Sal, realizado en 1631 con el objetivo de establecer un impuesto único sobre el consumo de sal, así lo demuestra. En ese año Fuente de Cantos tiene 591 vecinos, lo que supone una pérdida respecto a 1598 del 15,4%, cifra prácticamente idéntica a la registrada para la totalidad del territorio regional[23]. La persistencia de la crisis fue extraordinariamente duradera, hasta el punto que más de 100 años después de este último recuento, en 1751, la respuesta 21 del Catastro de Ensenada atribuye a la villa sólo 621 vecinos. Por tanto, la lentitud de la recuperación fue tal que a mediados del siglo XVIII aún se estaba lejos de recuperar los efectivos existentes a finales del siglo XVI.

 

La explicación a esta importante depresión demográfica radica en multitud de aspectos estrechamente interrelacionados. A los ya mencionados problemas derivados del endeudamiento y la axfisiante presión fiscal, deben sumarse otras razones de tipo coyuntural, como malas cosechas, epidemias y enfermedades, el conflicto bélico con Portugal (del que nos ocuparemos más adelante) y, también, las variaciones en la fecundidad. La evolución de nacimientos y matrimonios (los registros de defunciones no comienzan hasta 1634) nos ayudan a entender este proceso.

 

 

 

EVOLUCION DECENAL DE BAUTIZADOS, CASADOS Y COCIENTE BAUTISMOS/MATRIMONIOS EN FUENTE DE CANTOS(1560-1699)

 

 

 

AÑOS

BAUTIZADOS

MATRIMONIOS

COCIENTE B/M

1560 - 1569

        1210

             -

            -

1570 - 1579

        1466

             -                

            -

1580 - 1589

        1105

             -                      

            -

1590 - 1599

        1084

            274

          3,95

1600 - 1609

          774

            261 

          2,96

1610 -1619

          873

            242      

          3,60

1620 - 1629

          718

            221

          3,24

1630 - 1639

          804

            240

          3,35

1640 - 1649

          763

            209

          3,65

1650 - 1659

          632

            215

          2,93

1660 - 1669

          716

            209                    

          3,42

1670 - 1679

          702

            176

          3,98

1680 - 1689

          575

            140

          4,10

1690 - 1699

          726

            191

          3,80

 

 

 

El comportamiento de la natalidad que refleja el cuadro se inserta plenamente en la trayectoria de esta variable en Extremadura a lo largo de este período, si bien con algunas matizaciones que conviene poner de relieve por cuanto demuestran una mayor profundidad y duración de la crisis en Fuente de Cantos respecto a los valores medios regionales[24]. El máximo de nacimientos tiene lugar durante la década de los años setenta del siglo XVI, comenzando a partir de esos años un fuerte declive que no tocará fondo hasta el decenio 1680-1689, cuando el número de nacimientos cae respecto a los registrados en la séptima década del siglo anterior en un 60,7% . Por el contrario, para el conjunto de la región esa caída, aunque muy importante, es más liviana y se tocará fondo antes, en los años 1650-1659, registrándose una disminución del 38%. El máximo de nacimientos de todo el período considerado se logra en el año 1576, cuando son bautizados un total de 174 fuentecanteños ; sólo dos años antes, en 1574, se establece el máximo de nacimientos del siglo XVI para el conjunto de la región. Si en este aspecto hay un paralelismo evidente, no sucede lo mismo con el mínimo del siglo XVII ; mientras que en Extremadura el año de natalidad más baja corresponde a 1651, en Fuente de Cantos tendrá lugar muchos años después, a finales de la centuria : el año 1692 registra únicamente 47 nacimientos y los de 1682 y 1686, 48. La crisis de los años ochenta, con su conjunción de malas cosechas producto de una climatología adversa y de epidemias, especialmente importantes en el sur[25] truncó de manera drástica una recuperación que había comenzado a esbozarse a partir de los años sesenta.

 

En esa trayectoria general de la natalidad en Fuente de Cantos merece especial mención el tránsito del siglo XVI al XVII. Francisco de Zurbarán vino al mundo en un momento especialmente crítico ; la primera década del siglo XVII contempló la más importante caída de los nacimientos con respecto a la etapa anterior de todo el período analizado, con una disminución del 28,5%. El año 1600 y, sobre todo, los de 1605 y 1607 fueron los más graves. Cabe la posibilidad, aunque no lo podemos confirmar por no disponer de registros de defunciones ni de actas capitulares para esa fecha, que Fuente de Cantos se viese afectada por la grave epidemia finisecular que afectó a la mayor parte de la península[26]. En cualquier caso, si no fue directamente atacada, su presencia se hizo notar de modo indirecto por el miedo al contagio y los habituales cordones sanitarios que impedían el tráfico de personas y mercancías. Los años siguientes conocieron la difusión del garrotillo y el tifus, junto con la escasez, documentados en diversas zonas de Extremadura. El crecimiento del decenio siguiente (12%) hay que verlo, al igual que el de los años treinta, como un mero reajuste de la población tras etapas de signo negativo salpicadas de continuas crisis de subsistencias y enfermedades.

 

La guerra contra Portugal a mediados de siglo es sin duda otro factor que de manera indirecta está contribuyendo, al menos, a prolongar y hacer más intensa la crisis demográfica, especialmente durante la década de los años cincuenta[27]. Como en la mayor parte de los pueblos de la región, la guerra, aunque relativamente lejana, altera el ritmo de vida, contribuye al endeudamiento (de los vecinos y del municipio), resta brazos a las actividades productivas y provoca movimientos de población de diverso signo. Las quejas son frecuentes y tienen las motivaciones ya conocidas. Por ejemplo, las protestas por las levas, como la protagonizada, en nombre de los labradores, por el regidor Juan Domínguez de la Calera en 1653 : “para que a mis hijos y criados ni a mi el dicho otorgante, como labrador que soy ... (ni a los demás labradores) no les obliguen a ir a servir por soldados al exército contra Portugal ni a otras partes, respecto de ser necesarios para la conservación de la labor, cosa tan necesaria para el sustento común[28]. Los gastos para mantener al ejército, tanto por vía de alojamientos como por medio de la aportación de contribuciones extraordinarias, en dinero o en especie, resultan especialmente gravosos para los vecinos ; así, en 1652 la villa da 1.100 fanegas de cebada para el ejército y cuatro años después, en 1656, del total de 60.000 fanegas de cebada que se señalan a la provincia de Extremadura para acopiamiento del ejército, Fuente de Cantos debe contribuir con 1.000 fanegas[29].

 

Todas estas exacciones y agravios habrían de repercutir indudablemente en un empobrecimiento de los vecinos, agravado aún más si cabe por el flujo de inmigrantes a Fuente de Cantos procedentes de las zonas próximas a la frontera donde la presencia de la guerra se hacía notar con mayor intensidad (Encinasola, Alconchel, Valverde, Cala...). Esta situación es recogida por el ayuntamiento en 1652 cuando, con motivo de la solicitud de un donativo, comisiona a varios representantes para que ajusten su cuantía, dadas las dificultades por las que atraviesan los fuentecanteños :

 

“...parezcan ante el señor don Juan Antonio Medina de Medrano, del Consejo de Su Majestad y su oidor en la Real Chancillería de Granada, y ante quien más convenga y sea menester, y ajusten el donativo que este concejo ha de ofrecer a Su Majestad, atendiendo a la imposibilidad de esta villa y sus vecinos, y que los más de ellos son clérigos y exentos, y derrotados, y pobres, viudas y necesitados, y a lo que padecen con las cosas de la guerra y ayuda del sustento del ejército de Su Majestad y a que no tienen propiedades ni arbitrios algunos...[30].

 

No sólo a los vecinos afecta la coyuntura bélica. También los recursos municipales, cuya situación no era, como ha podido comprobarse, nada boyante, van a verse mermados por sus efectos. Para hacer frente al pago de las contribuciones extraordinarias y a los pleitos que genera el conflicto[31] se pide facultad para “el rompimiento de la dehesa Nueva y ejidos de esta villa, y la dehesa del Villar, que ésta se ha ya roto. Y para poder vender diez ahijaderos a ganado lanar en los baldíos de esta villa...Y para poder vender el baldío del Risco, que es entre las dos dehesas del Risco y del Campo...[32].

 

En líneas generales, los efectos de la guerra son en Fuente de Cantos muy similares a los de cualquier otra población extremeña no fronteriza ; en este caso, sin embargo, en lo que se refiere a sus consecuencias sobre los recursos, tanto de los vecinos como del propio concejo, ya muy comprometidos por las exacciones señoriales y el largo endeudamiento que se arrastraba desde finales del siglo XVI, llovía sobre mojado. Eso explica, al menos en parte, la lentitud y la debilidad del crecimiento posterior, considerablemente menor que el de la región (entre los años 1652 y 1676 los nacimientos en Extremadura aumentaron en más de un 22%). A pesar de esa debilidad, algunos indicadores sugieren que la recuperación comienza a ser efectiva.

 

El paralelismo entre el comportamiento de los nacimientos y los matrimonios, como puede comprobarse en el cuadro anterior, resulta evidente. El incremento del número de matrimonios es, en las sociedades tradicionales, la vía por la cual se recuperan efectivos demográficos perdidos durante una etapa crítica (así sucede por ejemplo en el año 1601 y 1602, cuando se celebran 40 y 38 matrimonios respectivamente, cuando la media del decenio es de 26). Y esa recuperación se plasma en el incremento de la fecundidad, considerada la variable más determinante del comportamiento demográfico. La hemos medido por el procedimiento (un tanto grosero, pero aceptado) del cálculo del cociente entre nacimientos y matrimonios. Los resultados, que figuran en el cuadro, ponen de manifiesto cómo las etapas de menor fecundidad se corresponden con años especialmente graves, la década inicial del siglo XVII y los años cincuenta. Sin embargo, en los cuarenta últimos años del siglo los niveles medios de fecundidad experimentan un fuerte incremento, situándose siempre por encima de la media secular (3,8 frente a 3,6) ; incluso en una etapa tan crítica como la de los años ochenta se obtiene el valor máximo de todo el período (4,1), por lo que debemos considerar esa crisis como un brusco frenazo que interrumpe gravemente el crecimiento, pero no impide la débil tendencia expansiva que continuará en el decenio siguiente y durante el siglo XVIII.

 

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Hemos hecho constantes referencias en las páginas anteriores a la estrecha relación entre evolución de la población y disponibilidad de recursos. Hora es ya, por tanto, de hablar de ellos. Los más importantes de Fuente de Cantos procedían, como no podía ser de otro modo, de la agricultura y la ganadería. El término de la villa comprendía aproximadamente 40.000 fanegas de tierra (40.422,5 según la respuesta 10 del Catastro de la Ensenada), la mayor parte de los cuales, en opinión de Pascual Madoz, eran de “ínfima calidad”, aunque con algunas porciones buenas[33], no existiendo ningún tipo de terreno inculto o montuoso. La escasa calidad de la tierra (provocada por la falta de agua y el elevado nivel de erosión de sus suelos) y la tradicional dedicación ganadera del partido de Llerena explican que las zonas dedicadas a pastizal ocupen la mayor parte del terrazgo, en torno al 55% del total. Los ejidos y dehesas de la villa - del Campo, Risco, Villar, Nueva Boyales -, las dehesas del Pizarral (perteneciente a la Mesa Maestral y con capacidad para más de 9.000 cabezas de ganado) y el Pizarralejo, de la encomienda, la de Mejías y los denominados cercados de pradera, son los espacios en los que pastan tanto los ganados de los vecinos como también los trashumantes. Partes de estas dehesas y ejidos pertenecientes al municipio fueron roturadas o vendidas a lo largo de finales del siglo XVI y en el XVII, para paliar los apuros económicos.

 

La disponibilidad de pastos y el que pasara junto a la villa la cañada real leonesa[34]  favorecen la ocupación de gran parte del terrazgo por ganados ajenos, lo que no hace sino sustraer terrenos de pasto tanto al común de los vecinos como a los grandes propietarios de ganado de la villa, entre los que figuran algunos de los más reputados apellidos de Fuente de Cantos. La presencia de trashumantes es motivo casi constante de conflictos con el concejo y con particulares, bien por las actitudes de los alcaldes mayores entregadores, bien por competencia en el disfrute de los pastos, bien por intromisiones en zonas no específicamente dedicadas al pastizal. Estas quejas se traducen en ocasiones en enfrentamientos directos, como ataques a los pastores[35]. No obstante, si la presencia de los ganados del Honrado Concejo de la Mesta generaba tensiones y enfrentamientos, no es menos cierto que también aportaba beneficios para una minoría de la población, los privilegiados que disfrutaban de la propiedad de las dehesas o negociaban con los mesteños (la familia de los Corro es un ejemplo representativo) y el concejo, que obtenía pingües beneficios arrendándoles parte de las propiedades municipales.

 

Los ganados de los vecinos pastaban en los terrenos comunitarios como las dehesas boyales (recuérdese que parte de ellas se habían arrendado a labor durante 16 años para hacer frente a los gastos del rescate de la jurisdicción) y las de propios, cuya capacidad se aproximaba a las 5.000 fanegas, los ejidos y los cercados de pradera. A esas tierras deben añadirse las dedicadas al cereal de secano ; al utilizarse el sistema de cultivo al tercio (un año de siembra y dos de hueco), durante el período de descanso las tierras quedaban libres para pasto comunal y público de los ganados de los vecinos, aunque no exclusivamente de los fuentecanteños, puesto que existía mancomunidad de pastos con las villas de Calzadilla, Medina de las Torres, Montemolín y Monesterio. La existencia de esta mancomunidad de pastos y la práctica de la derrota de mieses demuestran la importancia de la ganadería en la economía de Fuente de Cantos.

 

Aunque carecemos de datos pormenorizados sobre el número y el tipo de ganados, así como de su distribución entre la población, son relativamente abundantes las noticias que ponen de relieve la magnitud de la cabaña ganadera local. Ya con motivo de la imposición de los millones a finales del siglo XVI se mencionaba la ganadería como fuente de riqueza, puesto que de ella podían obtenerse los recursos suficientes para hacer frente al pago de las nuevas contribuciones. En 1631 el Censo de la Sal indica que la villa contaba con un total de 28 hatos de ganado ovino, sin mencionar otras especies[36]. Si consideramos que el hato estaba compuesto por 500 cabezas de ganado, obtendríamos una cabaña local de alrededor de 14.000 ovejas, cifra nada desdeñable y que además, concuerda con los datos más pormenorizados que proporciona a mediados del siglo XVIII el Catastro de Ensenada. Gran parte de la cabaña ovina de Fuente de Cantos estaba en manos de los privilegiados. Algunos grandes propietarios (a los que conocemos sólo indirectamente) estaban además vinculados con el ayuntamiento en calidad de regidores ; es el caso de Alonso Núñez Calleja que en 1607 dona a su hijo 300 ovejas. También el Dr. Alonso del Corro Navarro, abogado y regidor, cede en 1622 a su hijo 900 ovejas, 36 carneros padres y 100 carneros, lo que monta un total de 12.192 reales[37]. Una parte considerable de este ganado era vendido fuera de Fuente de Cantos, en mercados lejanos : en 1622 Bartolomé Navarro Portales vendió en Torrejón 500 carneros de su cabaña[38].

 

Además del ganado ovino, que era indudablemente el predominante, el de cerda era la segunda especie ganadera en importancia, a considerable distancia. El que las bellotas fueran adquiridas frecuentemente por forasteros demuestra que el ganado porcino distaba de alcanzar las proporciones del ovino. Aunque estaba más repartido socialmente, algunos poderosos, como F. Gutiérrez Calvo, invirtieron importantes sumas en la adquisición de cabañas porcinas de entidad[39]. Se destinaba fundamentalmente al consumo familiar, no comercializándose (al menos fuera de la localidad).  Por último, el ganado de labor, compuesto sobre todo por bueyes, puesto que el ganado mular no se generalizaría en las labores agrícolas hasta más tarde, completaba la base ganadera sobre la que sustentaba una parte considerable de la economía local. A ello se añadían algunas colmenas, propiedad de vecinos de Fuente de Cantos y de otras localidades, como Llerena.

 

La agricultura era, sin embargo, la actividad económica básica por cuanto a ella se dedicaba la mayor parte de la población. Los cultivos predominantes eran los cerealísticos de secano, trigo, cebada y centeno, a los que se dedicaban algo más de 17.500 fanegas (el 43% de las tierras del término). Aunque no tenemos datos del siglo XVII, podemos conocer la representatividad de cada uno de los cereales a partir de la serie de diezmos de varios años de la segunda mitad del siglo XVI[40], puesto que no creemos que se produjesen variaciones sustanciales :

 

 

 

Cereal

Porcentaje

  Trigo

    44,1%

  Cebada

    53,2%

  Centeno

      2,7%

 

 

 

Llama la atención el que se dedicase una mayor parte del terrazgo al cultivo de la cebada que al del trigo, cuando éste era el más importante y con mayor presencia en la mayor parte del territorio extremeño[41]. La escasa calidad de la tierra es, sin duda, la que condiciona esta dedicación. En efecto, la cebada “sólo predomina en las zonas de suelos más débiles[42] y en Fuente de Cantos, como en otras poblaciones próximas (Montemolín, Calzadilla, etc.),  más del 66% del terreno dedicado al cereal era de tercera calidad, mientras que únicamente el 4% era de primera. Esto no significa, en principio, como ha señalado D. Rodríguez Blanco, que la cebada fuera menos rentable económicamente que el trigo, pero en los períodos de crisis de subsistencias (y éstas fueron muy frecuentes durante el siglo XVII), esa diferencia se incrementa de manera notable en favor del trigo, por lo cual las dificultades de poblaciones como ésta, que producen poco trigo, aumentan. Además, los rendimientos medios que se obtenían eran más bajos (de 3 a 1 en las tierras de primera y de 6 a 1 en las de segunda), con lo cual la incidencia de las crisis es mayor que en zonas de suelos menos pobres. La producción de centeno es escasamente representativa, incluso menor que en otras zonas extremeñas, lo que demuestra que en Fuente de Cantos se trata de un cultivo marginal.

 

Además de los tres cereales básicos, habas y garbanzos compartían las tierras de secano y completaban la dieta alimenticia. En cantidades escasas -pero suficientes para hacer frente a las necesidades locales- se sembraban en los años de intermisión (recordemos que se practicaba el sistema de cultivo al tercio) en las tierras de mejor calidad, primera y segunda, una vez habían sido estercadas por el ganado.

 

El viñedo y el olivar, además de las huertas de arboleda y las hortalizas, éstas últimas aunque muy productivas en escaso número y con una producción muy limitada debido a la falta de agua, completaban el paisaje agrario de Fuente de Cantos. Numerosas escrituras notariales del siglo XVII hacen referencia al cultivo de la vid, dando la impresión de que estaba bien implantado, pero las tierras a él dedicadas eran escasas, por lo que debía tratarse, en general, de pequeñas propiedades cuyo vino, de escasa calidad, se destinaba al consumo familiar (el Catastro de Ensenada nos dice que el fruto de las viñas, por ser de tan poca calidad, sólo se aprovechaba para vinagre). No obstante, también en este caso hay excepciones y diferentes miembros de la oligarquía local son propietarios de viñas de cierta entidad, tanto en Fuente de Cantos como en las poblaciones cercanas. El regidor Núñez Calleja poseía una viña en Pallares que producía 450 arrobas de mosto al año ; Diego Ortíz de León, cuya viña, situada en término de Calzadilla tenía 2.000 cepas, o Andrés González Arteaga, propietario, entre muchos otros bienes, de dos viñas de 1.000 cepas cada una, en la villa y en Calzadilla, son algunos ejemplos representativos [43]. El fruto del olivar se beneficiaba en el único molino de aceite que existía.

 

Si la agricultura y la ganadería eran las actividades básicas de la población, un importante número de vecinos (que no estamos en disposición de cuantificar) obtenía o completaba sus ingresos mediante la industria. La importancia de la cabaña ovina contribuyó a desarrollar en Fuente de Cantos desde fechas muy tempranas una más que notable actividad en el sector textil lanar, conformándose como uno de esos escasos núcleos rurales extremeños que se caracterizaban por la proliferación de talleres textiles (Torrejoncillo o Torremocha, por citar sólo dos ejemplos, aunque éstos de mayor enjundia). En la segunda mitad del siglo XVI ya estaba plenamente desarrollada, por cuanto en el texto sobre el impuesto de millones anteriormente citado se indica que en la villa se labraban muchos sayales. A mediados del siglo XVIII esta manufactura empleaba una considerable mano de obra (sólo en hilar lana basta trabajaban 351 mujeres) y había un elevado número de fabricantes, la mayor parte de ellos de escasa cuantía, que labraban entre 1 y 18 piezas (se producían un total de 419 piezas). La producción se destinaba a satisfacer las necesidades locales y de las poblaciones circunvecinas, actuando en la mayor parte de los casos los propios fabricantes como vendedores. Se trataba por tanto, tal como se desprende de estos datos, de una actividad no regulada, sin ordenanzas y en la mayor parte de los casos, de carácter estacional, aprovechando los parones del ciclo agrario.

 

Aunque en Fuente de Cantos no se celebraba feria, probablemente porque la cercanía de Zafra la hubiera condenado al fracaso, no por ello carecía de una cierta actividad comercial. Además de algunos tenderos al por menor (el propio padre de Zurbarán era propietario de una mercería) encargados de abastecer de los productos básicos de consumo a la localidad, se desarrolló un tráfico mercantil de mayor entidad, favorecido tanto por su localización geográfica en la ruta hacia Sevilla, que convertía a Fuente de Cantos en paso obligado de personas y mercancías[44], como por la importancia de la cabaña ganadera de la localidad y la presencia en ella de ganaderos de cierta relevancia. Por esta razón, los productos fundamentales de intercambio que fluían hacia otras poblaciones eran el ganado ovino y, también la lana[45], aunque no tenemos constancia de que en la villa se esquilase. Los paños de lana basta fabricados por los vecinos eran otro de los artículos que completaban la actividad comercial. Llama la atención sin embargo el que sean los mismos productores (tanto en el caso de los ganaderos como en el de los fabricantes de paños) quienes se ocupen directamente de las ventas. La ausencia de mercaderes profesionales es un indicador de las limitaciones de estos intercambios, de su fragilidad y de la desestructuración del comercio.

 

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Fuente de Cantos presenta en el siglo XVII un modelo social plenamente integrado en el organigrama del Antiguo Régimen, algunos aspectos del cual ya se han esbozado en las páginas anteriores. Una minoría de privilegiados, por nacimiento o por fortuna, ocupaba la cima de la pirámide social. Entre los primeros, los hidalgos, que según el censo de 1591 eran un total de 47, aunque es posible que esta cifra peque por exceso[46]. Efectivamente, no parece que su presencia en la villa fuera importante (consideramos que alrededor del 4% de los vecinos gozaban de esta calidad), a tenor de algunos indicadores, como el escaso uso del Don y las pocas escrituras notariales que por sí o en su nombre son firmadas. Entre sus privilegios destacaban, como más representativos, la posesión en exclusiva de uno de los dos alcaldes ordinarios del concejo y el no pagar impuestos directos. En este sentido, varios hidalgos de la villa firmaron en 1652 un poder “sobre los repartimientos que se pretenden hacer y librar y han hecho por el concejo[47] para no ser incluidos en él. La función que la sociedad asignaba tradicionalmente a los hidalgos, la defensa del reino, parece muy olvidada en el siglo XVII. Con motivo de las reclutas para servir al ejército contra Portugal, varios hidalgos de la villa solicitan que “no se nos haya de obligar a servir por soldados en las mudas con la gente de milicia de esta villa” ; una característica dominante de la mentalidad hidalga, la diferenciación respecto al resto de la población, aflora cuando añaden a continuación : “sino es bajando su Alteza o habiendo junta de ejército, y caso que hayamos de servir, en compañías distintas y separados de la demás gente, según y como hasta aquí lo hemos hecho, observando y guardando el fuero de Castilla[48].

 

Entre los privilegiados por su nivel de riqueza (aunque  acabarían accediendo a la nobleza), una familia domina la villa de Fuente de Cantos durante el siglo XVII: se trata de los Del Corro. La fortuna familiar comenzó a labrarse a partir de su ejercicio profesional como abogados y procuradores. La adquisición de bienes inmuebles (tierras fundamentalmente) y ganados fue el primer paso hacia la nobleza y el protagonismo de la vida política, económica y social de la localidad. Los miembros de esta destacada familia llegaron, en algún momento, a controlar el consistorio municipal, hasta el punto que en las listas del año 1622 aparecen como regidores hasta cuatro Del Corro, cargos que compatibilizaban con sus tradicionales oficios de abogados y procuradores. La propiedad de la tierra, de ganados, la venta de lanas y también el préstamo[49] fueron los pilares sobre los que se basó su potencial económico, sin duda alguna favorecido por su actuación en el ayuntamiento. Como vía para obtener prestigio y reconocimiento social, sin obviar la vertiente piadosa, una parte de sus fortunas la emplearon como mecenas de artistas, contribuyendo al desarrollo del arte de Fuente de Cantos, así como sobre todo al patronazgo de hermandades, cofradías y conventos. En este aspecto destaca D. Juan de Escobar del Corro, considerado el fundador del convento del Carmen y al que nos referiremos a continuación.

 

Algunos miembros de la familia Del Corro alcanzaron protagonismo en ámbitos que sobrepasaron los límites de su villa de origen, tanto en el aspecto administrativo, como en el inquisitorial y el militar. En el aspecto administrativo, quizás el más destacado fuese D. Diego del Corro Carrascal, funcionario de la Corona que embarcó en 1677 con destino a Quito, donde fue presidente de su Audiencia. Unos años antes, en 1664, había emigrado hacia América Central otro miembro de la familia, Francisco del Corro Carrascal, que ostentó el cargo de oidor de la Audiencia de Panamá. En el ámbito inquisitorial, el mencionado D. Juan de Escobar del Corro, que vivió en la primera mitad del siglo XVII (1592-1649), colegial en Sevilla y más tarde profesor de Derecho en su Universidad, fue inquisidor en Llerena, Murcia y Córdoba y, más tarde, Fiscal del Consejo de la Inquisición. Insigne teólogo, publicó varios tratados de teología que en algunos casos llegaron a conocer varias ediciones[50]. También D. Alonso del Corro estaba vinculado a la Inquisición de Llerena, en calidad de secretario de actos positivos de su Tribunal. Finalmente, en el ámbito militar cabe mencionar a D. Juan del Corro, que al igual que otros destacados miembros de su familia, emigró a América, donde fue capitán en la ciudad de Potosí, además de regidor de su ayuntamiento.

 

La importancia política, económica y social de los Del Corro eclipsa en cierto modo a otros privilegiados que, sin embargo, nunca llegaron a igualarse a aquellos. No obstante, la mayor parte de los miembros del consistorio municipal (Juan Alvarez, Alonso Núñez Calleja, Francisco Gutiérrez Calvo, Antonio Martínez de Porras, Diego Alonso Gallego, Pedro García Navarro, Esteban Gutiérrez y tantos otros a lo largo del siglo XVII) deben englobarse en esta categoría social, no sólo por su pertenencia al ayuntamiento, sino porque sus nombres aparecen reiteradamente en los Protocolos Notariales como artífices de muy diversos negocios, como ventas de ganado, arrendamientos de dehesas y pastos, fiadores, etc. La reiteración de estos nombres (y sobre todo de los Del Corro) es también un claro exponente de que se trataba de una minoría en cuyas manos se concentraba una gran parte de los recursos y de la riqueza de la villa.

 

En la acuarela de Pier María Baldi del Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal (1669) aparece una vista de Fuente de Cantos. Destaca sobre el resto de las edificaciones la parroquia, situada en el centro ; a su lado, el convento del Carmen, y en los dos extremos, flanqueando la villa, dos ermitas. La imagen resume a la perfección la importancia que alcanzó el estamento clerical en la localidad. En efecto, el número de clérigos y religiosos era considerablemente elevado, y durante el siglo XVII fue en aumento. Si a finales del XVI, en 1591, se contabilizaban un total de 35 clérigos, 2 religiosos, 19 religiosos no franciscanos y 19 religiosas, en 1652, como ya se comprobó anteriormente, uno de los argumentos esgrimidos por el ayuntamiento para solicitar ajuste del donativo fue el excesivo número de clérigos. Además de la parroquia de Nuestra Señora de la Granada había en Fuente de Cantos tres conventos ; dos de ellos femeninos, el de la Concepción (fundado en 1515) y el de las Carmelitas Descalzas, el único fundado durante el siglo XVII, originalmente como colegio/seminario de niñas huérfanas y pobres de la localidad, y otro masculino, el de San Diego, de franciscanos descalzos, cuya fundación data de finales del siglo XVI. Había asimismo varias ermitas, entre las que destacaban las de Nuestra Señora de la Hermosa, San Juan de Letrán, Los Remedios, La Misericordia, Santa Lucía y San Sebastián. Igualmente contaba la villa con tres hospitales para socorro de peregrinos, hospedaje de pobres y mendigos y curación de enfermos, llamados de la Sangre, de los Angeles y de la Esperanza, gestionados y atendidos por eclesiásticos. Diferentes cofradías y obras pías (algunas de ellas fundadas durante el siglo XVII por miembros de la familia Del Corro) completaban el panorama eclesiástico de Fuente de Cantos.

 

El potencial económico del clero era considerable. Valga como ejemplo el que de un total de 185 escrituras notariales de contenido económico que se suscriben en Fuente de Cantos en 1652, en 114 (más del 60%) aparecen implicados miembros del estamento clerical[51].  La actividad crediticia por medio de la imposición de censos fue su principal sustento, en consonancia con lo que eran prácticas habituales en la sociedad de la época. En este sentido, pues, el control de este mercado por las instituciones eclesiásticas y los clérigos de Fuente de Cantos no es ninguna excepción[52]. Algunas de esas instituciones, como la Hermandad de curas y clérigos, de carácter parroquial, compuesta por algo más de una docena de miembros, suscribió numerosas escrituras de préstamos censales, en ciertos casos de elevada cuantía[53], llegando  a convertirse en la principal fuente de recursos monetarios tanto del ayuntamiento como de los propios regidores. Otra importante vía de financiación del clero procedía de su compra de bienes inmuebles, fundamentalmente urbanos. No parece que la compra de tierras (bien porque ya eran propietarios, bien porque estaba en manos de los privilegiados) fuese de interés prioritario.

 

Los dos conventos femeninos también disfrutaban de una saneada situación económica y fueron aumentando su patrimonio a lo largo del siglo XVII, por dos vías fundamentales, las donaciones y las dotes de las novicias que se incorporaban a la vida conventual (no sucedía lo misma con el de San Diego, franciscano, porque tenían voto de pobreza). El convento del Carmen, mejor conocido, constaba de un patrimonio inicial compuesto por dos dehesas, algunos pedazos de tierra de pequeña extensión, varias casas y escrituras de censo de elevada cuantía[54]. Las donaciones fueron numerosas y en algunos casos muy importantes, como la efectuada por D. Alonso del Corro (familiar de los fundadores) dona en 1668 un juro sobre las salinas de Zamora cuya cuantía era de 5.100 reales anuales[55]. Es frecuente la presencia de las abadesas de ambas instituciones en la escribanía pública para aceptar donaciones, suscribir censos o recibir dotes de novicias, cuya cuantía se situaba entre los 400 y 450 ducados.

 

La existencia de dos conventos femeninos despertó recelos y enfrentamientos entre ellos. Ya cuando se pretendió fundar el del Carmen el propio concejo se mostró reticente, alegando que la población era pequeña para albergar dos instituciones de este tipo, aunque finalmente acabó cediendo ante el convencimiento de que no resultaría gravoso para las arcas municipales. Sin embargo, el desvío de donaciones, mandas, legados y también de novicias hacia el convento del Carmen en detrimento de la comunidad concepcionista (apoyadas aquellas en la relevancia social de sus patronos y mayordomos) degeneró en abierto conflicto que llegó hasta el Consejo de Ordenes, puesto que todos los asuntos relacionados con la jurisdicción eclesiástica dependían de ese organismo a través del Provisorato de la Provincia de León de la Orden de Santiago de Llerena. El declive del convento de la Concepción comienza a ser evidente en la segunda mitad del siglo.

 

Junto a los privilegiados (de sangre y de fortuna) y al clero, la mayor parte de la población de Fuente de Cantos se dedicaba a la actividad agraria y completaba sus ingresos con la manufactura textil. En este grupo social había sin embargo, diferentes niveles de renta y de fortuna. Junto a los labradores de tierras propias, que constituían una minoría de no dependientes, estaban los campesinos sin tierra o propietarios de pequeñas parcelas, que debían recurrir al arrendamiento de las ajenas. Estos individuos, propietarios al menos de una yunta de labor, eran sin duda numerosos ; en 1653 varios labradores, en representación del colectivo de yunteros, presentaron una petición para no ser quintados ni apartados de sus labores para servir al ejército[56]. Jornaleros y criados de labor eran los miembros más débiles de este colectivo. Además de quienes se dedicaban a la agricultura, la importancia de la ganadería y de importantes rebaños en el término posibilitaba que un importante número de vecinos se ganase el sustento con esta actividad en calidad de mayorales, pastores, gañanes y zagales.

 

Todos ellos compartían, al igual que otros profesionales no vinculados directamente a la actividad agroganadera (albañiles, carpinteros, albeitares, herreros, sastres, zapateros, tenderos, etc.) las dificultades de una etapa especialmente dura, en la cual la persistencia de las crisis, la agobiante presión fiscal y la proximidad de la pobreza, cuyo umbral se traspasaba fácilmente, condicionaba una existencia que no todos estuvieron dispuestos a asumir. De ahí que la emigración, ese comportamiento socioeconómico todavía tan poco conocido durante el Antiguo Régimen, se contemplase como una posibilidad de cambiar de situación.

 

 Las Indias estaban realmente cerca; en el camino de Sevilla, ciudad con la que se tenían tantas vinculaciones, las noticias sobre las riquezas y las posibilidades que ofrecían los nuevos territorios llegaban pronto a Fuente de Cantos, y fueron muchos los vecinos a los que la necesidad y el afán de cambio empujaron hacia el Arenal sevillano en espera de embarcarse y hacer realidad sus sueños. Durante el siglo XVI y según los registros oficiales fueron 242 los que emprendieron la aventura americana[57]. Esa cifra supone un 2,2% del total de extremeños de origen conocido que emigraron a América en el siglo XVI, lo que pone de relieve que Fuente de Cantos superó ampliamente la media de emigración regional, puesto que su población representaba el 0,7% de la de Extremadura. Entre quienes marcharon había un considerable número de clérigos (Cristóbal Calderón, Hernando del Corro, Pedro Cuéllar de Ocampo, Alonso Domínguez, Francisco Jara, Bartolomé Jiménez, ... hasta un total de 17) cuyas preocupaciones no eran tanto materiales como espirituales. También algunos miembros destacados de la sociedad local -varios hidalgos, un escribano, un médico-, pero la mayor parte de los que embarcaron  pertenecía a ese grupo social cuyos anhelos no eran otros que salir de la pobreza o de la mediocridad : labradores como Bartolomé Domínguez o Alonso Mateos, y criados (este calificativo era utilizado en ocasiones para acelerar los trámites de embarque), como Alonso Domínguez, Pedro García, Francisco López o Alonso Mejía.

 

Casi una cuarta parte de los que se fueron en el siglo XVI (57) lo hicieron en la década de los años noventa, una etapa especialmente difícil en Fuente de Cantos, aunque también desde el punto de vista regional esos años se caracterizan por un fuerte repunte del número de emigrantes ; pero las cifras regionales están porcentualmente muy por debajo de las de particulares de nuestra localidad (16,1% frente a 23,5%). Datos como este contribuyen a explicar, en unión de muchos otros factores a los que ya nos hemos referido, la gravedad de los problemas que afectaron a los vecinos de Fuente de Cantos.

 

Durante el siglo XVII la emigración a Indias experimenta una caída drástica, por razones sobradamente conocidas[58]. Según los datos de que se dispone fueron 22 los fuentecanteños que en ese siglo se dirigieron a América (2 de ellos tuvieron como destino Filipinas), el 73% de los cuales sale en el primer tercio del siglo. Junto a algunos funcionarios (ya nos hemos referido a los miembros de la familia Del Corro) y clérigos -Francisco de Carvajal o Nicolás Velázquez-, la mayor parte aparecen con el apelativo de criados[59].

 

Quienes emigraron a América lo hicieron de forma voluntaria. Otros, como los miembros de la minoría morisca, fueron obligados a abandonar sus hogares y su forma de vida a comienzos del siglo XVII. Son los emigrantes forzosos. A raíz de la sublevación morisca de las Alpujarras en 1568 y su expulsión de Granada, en Fuente de Cantos se habían repartido un total de 116 moriscos, según el informe realizado en 1571 por el Partido de Llerena, con el objetivo de proceder a una más justa y equitativa redistribución de los “granadinos”. El informe señala que  la mayor parte de ellos vivía de limosna y sólo algunos de trabajar (la arriería y el cultivo hortofrutícola eran sus ocupaciones más características). Añade, además, que no “se sienten bien en la cristiandad”, probablemente por sus dificultades de integración y el rechazo social. Según el nuevo proyecto de reparto que se realiza a raíz de este informe, se atribuyen a la villa un total de 50 moriscos[60], aunque por los datos posteriores (y la propia movilidad del colectivo) parece que no se llevó a cabo.

 

En 1588-1589, un nuevo recuento nos da la cifra de 109 moriscos residentes en Fuente de Cantos, aunque sólo 5 años después, cuando la Inquisición de Llerena realiza su censo de moriscos, su número ha quedado reducido a tan solo 90 individuos[61]. Los problemas de asimilación de esta minoría y la intolerancia hacia costumbres y hábitos culturales diferenciados provocaron la promulgación de los decretos de expulsión en los años 1609-1610, decretos que si en principio “invitaban” a los moriscos a salir del reino de forma “voluntaria”, no tardaron en convertirse en disposiciones de obligado cumplimiento. Algunos, conscientes del imperativo que se ocultaba tras las primeras medidas, no dudaron en marcharse antes de la expulsión. No se comprende de otra forma el que en 1610 sólo quedaran en Fuente de Cantos 51 moriscos, chicos y grandes, como consta por la memoria realizada por el Licenciado Pérez del Barrio. La mayor parte de ellos eran familias que como la de Alonso Hernández (alguacil), Diego Sánchez, Hernando Domínguez, Benito Martín, Hernán García o Juan Sánchez (todos ellos casados y con hijos de corta edad) estaban integrados en la sociedad local -en algún caso, como el de María López, esa integración era notoria : estaba casada con Delgado, cristiano viejo- y confiaban aún en una solución que no llegó a producirse. Su marcha no sólo dejó un vacío que contribuyó, en cierta medida, al declive demográfico de ese período[62], sino también un abandono, al menos temporal, de ciertas actividades económicas como el cultivo de las huertas, en las que eran grandes expertos. Pero por encima de todo dejó en Fuente de Cantos, como en todo el territorio de la monarquía de Felipe III, una muestra de intolerancia.

 

Para completar el panorama social nos resta referirnos al colectivo de los marginados jurídicos, a la minoría que ocupaba el tramo más bajo de la escala social, los esclavos. Al igual que en la mayor parte de las poblaciones del sur de Extremadura, en contacto con los dos grandes mercados esclavistas de los siglos XVI y XVII, Sevilla y Portugal, y en la ruta hacia el primero, en Fuente de Cantos la presencia de esclavos es constante, como puede colegirse de las escrituras notariales. Llama la atención, sin embargo, que la villa, pese tener un volumen de población importante, de encontrarse en una gran vía de comunicación y de contar entre sus vecinos a un significativo núcleo de poderosos y clérigos, no aparezca como uno de los mercados regionales de esclavos de Extremadura[63].

 

Los vecinos de Fuente de Cantos adquieren los esclavos en mercados próximos, como Higuera la Real o Jerez de los Caballeros, donde se han documentado varias compras, y también en Sevilla. En ninguno de los mercados regionales son vendidos esclavos procedentes de la villa, aunque sí en otras zonas más alejadas : el presbítero Francisco de Escobar tiene intención de vender a su esclavo en Toledo[64]. Algunas transacciones se realizan entre vecinos de la propia localidad, como la venta realizada por Beatriz Domínguez, viuda, a Juan García Rubiales, regidor, de una “esclava mía propia, que se llama María, de edad de veinte años poco más o menos, de mediano cuerpo”. También Dª. Luisa Cantero vende a Alvaro Sánchez Guerrero una esclava en 1652[65]. La mayor parte de estos esclavos era de color, tal como especifican las escrituras que a ellos se refieren : “negra tinta”, “membrillada clara” o “negro atezado” son algunas expresiones que se utilizan, además de su edad (en general son jóvenes, de 20, 24 y 30 años los tres casos cuya edad conocemos) y su corpulencia, como señas de identificación.

 

Desconocemos el número, siquiera aproximado, de esclavos que vivían en la villa durante el siglo XVII, aunque algunas informaciones indirectas ponen de relieve que debieron ser relativamente abundantes ; en este sentido, resulta significativo que sólo en los años 1652 y 1653 un total de diez escrituras notariales se refieran a ellos. Sus propietarios eran generalmente miembros de la oligarquía local (como el regidor Juan García Rubiales anteriormente citado, Cristóbal Nieto, Alvaro Sánchez Guerrero, Diego de León, Dª. Isabel de Escobar, etc.) y también clérigos como el presbítero ya citado o Francisco Martín Portales. Eran utilizados generalmente en tareas domésticas ; de ahí que como han señalado diversos autores, se prefieran las hembras a los varones, por lo que aquellas alcanzan cotizaciones más elevadas : las dos esclavas cuyas escrituras de venta conocemos, se tasan en 2.300 y 2.600 reales, cantidades que, evidentemente, sólo estaban al alcance de una minoría de poderosos. Práctica frecuente era la liberación de los esclavos (el ahorramiento) bien porque llegaban a edad madura, bien como acto de piedad que solía recogerse en las disposiciones testamentarias. En muchos casos, la libertad iba acompañada de la donación de cierta cantidad de bienes, aunque no siempre sin contraprestaciones. Es el caso del presbítero F. Martín Portales, que manda en su testamento la liberación de sus dos esclavos (Pedro Morán y Juan López), pero antes deben decirse un total de mil misas por la salvación de su alma “y acabadas de decir dichas mil misas los dejaba por libres, y de no lo hacer así se quedasen esclavos[66].

 

Los esclavos liberados solían ser aquellos que habían demostrado fidelidad hacia sus amos y estaban bien integrados en la sociedad local. Pero a juzgar por las numerosas visitas que realizaron a la cárcel de la villa, muchos de ellos eran conflictivos :  “malos tratamientos” a una vecina, palizas a pastores serranos, peleas, son las causas que les llevan a ella. Estos comportamientos violentos son muestra de la frustración de un grupo humano marginado que no tenía nada que perder, residuos de una práctica que afortunadamente fue decayendo a medida que el siglo avanzaba.

 

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A lo largo de las páginas precedentes se ha puesto de manifiesto en reiteradas ocasiones la estrecha vinculación de Fuente de Cantos con la ciudad de Llerena, cabeza del partido. Esa relación no se limitó a los asuntos fiscales o a la jurisdicción eclesiástica. Llerena era la sede del Tribunal de la Inquisición y su cercanía sin duda condicionó las actitudes de los vecinos. Unos años antes del nacimiento de Zurbarán, toda esta zona estuvo fuertemente convulsionada por el movimiento de los alumbrados o de las beatas, que en palabras de A. Huerga, el gran estudioso de este movimiento, “tenía en Zafra su roca fuerte, ramificándose por los pueblos y ciudades limítrofes : Fuente del Maestre, Fuente de Cantos, Azuaga, Almendralejo...”[67]. Fray Alonso de la Fuente, el principal “martillo de los herejes”, predicó en la villa y aunque parece que algunos vecinos estaban implicados o simpatizaban con el movimiento alumbrado, en el Auto de Fe celebrado en Llerena en 1579, que oficialmente al menos puso fin a la herejía, ningún vecino de la villa resultó condenado.

 

El férreo control ideológico ejercido por el tribunal inquisitorial tuvo sus frutos en la apertura de un considerable número de procesos abiertos a aquellos individuos que por las más variadas razones no tenían un comportamiento acorde con la doctrina y la moral oficiales. Varios vecinos de Fuente de Cantos (pocos en relación a otros núcleos de similar tamaño) cayeron en la tupida red inquisitorial y hubieron de enfrentarse a una situación harto desagradable. Los datos de que disponemos[68] cubren el período 1550-1610. En esos años un total de 13 fuentecanteños fueron procesados (11 varones y 2 mujeres) bajo acusaciones de proposiciones heréticas, fornicarios, bigamia, blasfemia y otros delitos. Entre 1600 y 1610 sólo resultó acusado y procesado por blasfemo, en 1603, el arriero Hernán Martín. La moral católica gozaba de buena salud.

 

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 * Artículo Publicado en LORENZANA DE LA PUENTE, F. (Coord.) Francisco de Zurbarán (1598-1998). Su vida, su obra, su tierra, Badajoz, 1998.

 


 


·       La colaboración prestada por D. Felipe Lorenzana de la Puente ha sido fundamental para la realización de este trabajo. Sin la enorme cantidad de material que nos ha proporcionado (parte del cual no ha podido ser utilizado por razones de espacio) nunca hubiera podido llevarse a cabo. Sirvan estas líneas como reconocimiento a su disposición y recompensa a su esfuerzo.

 [1] Una vez finalizado el proceso de aprendizaje de Zurbarán en la ciudad de Sevilla, su primer destino como pintor es la ciudad de Llerena.

[2] Según el Censo de los Obispos de 1571. Cit. por A. Rodríguez Sánchez : Historia de Extremadura. Tomo III. Los tiempos modernos. Badajoz, 1985, pág. 465.

[3] En este tema seguimos especialmente el trabajo de Tomás Pérez Marín, “Las ventas de bienes de las Ordenes Militares en Extremadura durante los siglos XVI y XVII”. Vol. II de las Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes.

[4] Cit. por Tomás Pérez Marín : Art. Cit., pág. 239. El precio de esta venta fue estipulado en casi 31 millones de maravedís.

[5] Tomás Pérez señala que esta situación causaba en los pueblos una profunda desazón, aun cuando reconoce que en la documentación  no aparecen indicios suficientes para explicar sus causas.

[6] “Los señoríos. En torno a una problemática para el estudio del régimen señorial”. Hispania, 94 (1964), págs. 185-235.

[7] Pérez Marín, T. : Art. Cit. pág. 240.

[8] A.G.S. Patronato Real. Expte. 433, s/f.

[9] Iglesias Vicente, J. : Lectura General de Fuente de Cantos (Badajoz). Fuente de Cantos, 1988, pág. 106. El autor no da cuenta de la referencia documental. En el mismo sentido, aunque de forma menos explícita, se menciona la noticia de esta venta en A.A.V.V. : Historia de la Baja Extremadura. Badajoz, 1986, pág. 70.

[10] Es probable que dicha venta tuviera lugar en 1617, el mismo año en el que se vendieron sus rentas.

[11] Actas de las Cortes de Castilla. Tomo XXXVII. Sesión del 19 de noviembre de 1621, pág. 423. También algunos documentos notariales fechados en 1622, aunque en escaso número, mencionan (si bien de forma indirecta) a D. Diego Romano Altamirano como señor de Fuente Cantos.

[12] “Sepan quantos esta carta vieren como yo, Francisco Gutiérrez de Velasco, vecino y alguacil mayor de esta villa de Fuente de Cantos, en nombre y en voz de su merced, D. Diego Romano Altamirano, señor de esta villa, y en virtud de su poder...”. Escribanía de D. Cristóbal Calderón. Archivo de Protocolos Notariales de Fuente de Cantos. Año 1622. Fol. 590 y ss.

[13] Desconocemos el significado exacto de esa expresión, aunque así aparece en un documento notarial fechado en 1652. Ibidem. Escribanía de Juan González Rubio. Fol. 97.

[14] Así lo puso de manifiesto en su clásico trabajo sobre Zurbarán la señora Caturla y otros autores posteriores, como J.M. Carrascal en Francisco de Zurbarán. Madrid, 1973. Nos llama poderosamente la atención la referencia de estos autores al hecho de que varios vecinos de Fuente de Cantos, entre ellos el padre de Zurbarán, firmasen las escrituras de venta, algo absolutamente inusual. En un estudio más reciente se indica que la venta a D. Juan Vicentelo tuvo lugar en 1629. Cif. A. de la Banda y Vargas : Zurbarán. Badajoz, 1990.

[15] Los datos sobre la familia Vicentelo proceden de A. Domínguez Ortíz : La crisis del siglo XVII. Población, economía, sociedad. Historia de España de R. Menéndez Pidal. Tomo XXIII, pág. 491.

[16] Archivo de Protocolos Notariales de Fuente de Cantos. Escribanía de Juan González Rubio. Año 1652. s/f.

[17] Ibídem. Fol. 97.

[18] Ibid. Escribanía de Francisco Dunya. Año 1668. Fol. 137.

[19] Catastro del Marqués de la Ensenada. Respuestas Generales. Fuente de Cantos. Respuesta 23.

[20] Lorenzana de la Puente, F. : “Mapa fiscal de Extremadura desde la concesión del voto en Cortes”. Revista de Estudios Comarcales (La Serena, Vegas Altas y Montes del Guadiana), 2 (1990), págs. 95-120.

[21] Tasas de natalidad inferiores al 34 por mil son poco verosímiles. El problema de la sobrevaloración de este recuento en Extremadura afecta en mayor grado a las localidades de la actual provincia de Badajoz que a las cacereñas. Cif. Rodríguez Grajera, A. y otros : “El movimiento de la población extremeña durante el Antiguo Régimen”. Revista de Historia Económica, VIII, 2 (1990), pág. 449.

[22] Este último recuento también parece levemente sobrevalorado, aunque no tanto como el Censo de 1591. Proporcionaría una tasa de natalidad ligeramente superior al 35 por mil. Lamentablemente no podemos confirmar el grado de fiabilidad del alcabalatorio de 1552 por carecer en esa fecha de registros bautismales, aunque la cifra de 900 vecinos se nos antoja excesivamente alta.

[23] Entre 1591 y 1631 el Partido de las Salinas de Badajoz, que agrupaba a la práctica totalidad de Extremadura y algunas localidades de las actuales provincias de Huelva y Ciudad Real, perdió un 15,63% de sus efectivos demográficos. Cif. Rodríguez Cancho, M. y Rodríguez Grajera, A. : “El censo de la sal y la población de Extremadura (1631). Obradoiro de Historia Moderna, 4 (1995), pág. 59.

[24] Todos los datos demográficos sobre la región extremeña en su conjunto o por desagregaciones que mencionaremos a continuación proceden del trabajo “La trayectoria de la población extremeña...” ya citado.

[25] Fernando Cortés ha documentado la presencia de ataques pestíferos en la vecina villa de Zafra en la década de los ochenta del XVII, donde provocó un fuerte incremento de la mortalidad y una notable reducción de los nacimientos. Cif. : La población de Zafra en los siglos XVI y XVII. Badajoz, 1983. Sin embargo, la reducción de los nacimientos en Zafra no alcanza la intensidad ni las proporciones que en Fuente de Cantos.

[26] Andalucía Occidental y algunas localidades del sur de Extremadura sí sufrieron el contagio. Cif. Pérez Moreda, V. : Las crisis de mortalidad en la España interior. Siglos XVI-XIX. Madrid, 1980, págs. 259-260.

[27] Muchos de los bautizados en los años cuarenta son hijos de inmigrantes procedentes de localidades fronterizas, especialmente de Alconchel. Sin ese “aporte inmigratorio extraordinario”, las cifras de nacidos de esa década hubieran resultado considerablemente más bajas.

[28] Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Fuente de Cantos. Escribanía de Juan González Rubio. Año 1653. Fol. 594.

[29] Los datos del año 1652 en Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Fuente de Cantos. Escribanía de Juan González Rubio. Fol. 293. Los de 1656 en F. Cortés : El Real Ejército de Extremadura. Cáceres, 1985, pág. 57.

[30] Archivo Histórico de Protocolos... Año 1652. Fol. 150. En el mismo documento se faculta a los comisionados para que pidan los arbitrios que les pareciere y facultad para imponerlos, como medio de hacer frente al pago del donativo.

[31] Con el colectivo de hidalgos por su negativa a contribuir a la guerra o con los derrotados procedentes de otras localidades sobre su inclusión en los repartimientos realizados por el ayuntamiento.

[32] Archivo Histórico de Protocolos... Año 1652. Fol. 108.

[33] Madoz, P. : Diccionario histórico-geográfico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1849.

[34] Valverde Bellido, J.M. : Fuente de Cantos, el pueblo de las espadañas. Cuadernos Populares de Extremadura. Nº 41. Vide también P. García Martín : La ganadería mesteña en la España borbónica, 1700-1836. Madrid, 1988 (especialmente el apéndice cartográfico).

[35] Por este motivo ingresan en la cárcel de la villa en 1653 Francisco Hernández (esclavo) y Francisco López Alvarez. También, algo después, aunque ese mismo año, Tomás Hernández, “por malos tratamientos que dicen se hicieron a unos serranos del Pizarral y haberle quemado unas chozas y otras cosas”. Archivo Histórico de Protocolos.... Año 1653, fols. 475 y 485.

[36]  El consumo de sal afectaba, además de a los vecinos, al ganado ovino y al cabrío, especie ésta última que no parece tener una presencia suficientemente representativa en Fuente de Cantos. El dato sobre el número de hatos en A.G.S. Dirección General del Tesoro. Inventario 24, leg. 1.168. Cit. por Rodríguez Cancho, M. y Rodríguez Grajera, A : “El censo de la Sal...” art. cit.

[37] Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Fuente de Cantos. Escribanía de D. Cristóbal Calderón. Año 1622. Fols. 497 y ss.

[38] Ibidem. Fol. 512.

[39] Ibid. Fol. 954v.

[40] Se trata de los años 1568 a 1572. Los datos que se exponen a continuación han sido tomados del trabajo de T. Pérez Marín : “La venta de bienes...” art. cit., pág. 231.

[41] En el norte de la provincia de Cáceres (zona de Coria) durante el siglo XVII el trigo suponía el 75% del total de los cereales de secano. Cif. Rodríguez Grajera, A. : La Alta Extremadura en el siglo XVII. Evolución demográfica y estructura agraria. Cáceres, 1990, pág. 79.

[42] Rodríguez Blanco, D. : La Orden de Santiago en Extremadura. Siglos XIV y XV. Badajoz, 1985, pág. 240.

[43] Archivo Histórico...Escribanía de D. Cristóbal Calderón. Año 1622. Fols. 679 y 1.010. También Escribanía de Juan González Rubio. Año 1652. Fol. 145.

[44] La abundancia de posadas y mesones es muy superior a la existente en poblaciones de similar tamaño, explicable por su situación en una de las principales vías de comunicación del Oeste peninsular.

[45] Alonso Domínguez del Corro es uno de los propietarios de ganado ovino que vende lana. Archivo Histórico....Escribanía de D. Cristóbal Calderón. Año 1622. Fol. 909.

[46] No sólo porque, como ya mencionamos anteriormente el censo está sobrevalorado, sino por cuanto, como ha señalado D. Antonio Domínguez Ortíz, la cantidad de hidalgos es una traslación de la existente en 1541 y no merece mucha confianza. Cif. Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen. Madrid, 1973, pág. 26.

[47] Archivo Histórico....Escribanía de Juan González Rubio. Fol. 33.

[48] Archivo Histórico....Escribanía de Juan González Rubio. Año 1653. Fol. 519.

[49] D. Alonso del Corro aparece en varias escrituras como prestamista, tanto a particulares (mayorales de ganado trashumante, ganaderos foráneos) como a ayuntamientos : al de Usagre le había prestado casi 100.000 reales y el de Sevilla le debía más de 6.000. Ibidem. Fols. 129, 223, 230 y 404.

[50] Ana María del Niño Jesús de Praga C.D. : Fuente de Cantos (Badajoz). Patria de Zurbarán. Convento del Carmen. Fuente de Cantos, 1991, págs. 111 y ss.

[51] Este dato procede del estudio realizado sobre los protocolos notariales de la villa por D. Felipe Lorenzana de la Puente.

[52] En la villa de Cáceres en el siglo XVII los censualistas eclesiásticos (tanto institucionalmente como a título particular) eran el 65% del total. Cif. Rodríguez Grajera, A. : La Alta Extremadura...Op. cit. pág. 197-198. En otras zonas de Castilla, como Ciudad Real, su control de este mercado oscilaba entre el 75 y el 90%. Cif. López Salazar, J. : Estructuras agrarias y sociedad rural en la Mancha. Siglos XVI-XVII. Ciudad Real, 1986, pág. 622.

[53] En 1622 conciertan un censo cuyo principal es de 750.000 maravedís. Archivo Histórico....Escribanía de D. Cristóbal Calderón. Fol. 81.

[54] Ana María del Niño Jesús de Praga : Op. Cit. pág. 123.

[55] Ibidem. Pág. 139.

[56] Archivo Histórico....Escribanía de Juan González Rubio. Fol. 454.

[57] Los datos sobre la emigración a Indias en el siglo XVI proceden de Sánchez Rubio, R. : La emigración extremeña al Nuevo Mundo. Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI. Madrid, 1993, págs. 549 y ss.

[58] Entre ellas destacamos que, por una parte, ya se habían efectuado las conquistas de la práctica totalidad del territorio americano, muchas de las cuales habían sido protagonizadas por extremeños, arrastrando consigo a gran número de compatriotas. Por otra, y en relación con la anterior, las posibilidades de enriquecimiento habían menguado considerablemente. América no resultaba ya tan atractiva.

[59] Los datos de los emigrantes en el siglo XVII proceden de Lemus, E. : Ausente en Indias. Madrid, 1993.

[60] La información sobre esta cuestión en Sánchez, R. ; Hernández, M.A. y Testón, I. : “Huir del miedo : los movimientos migratorios de una minoría religiosa (los moriscos extremeños, 1570-1610)”. Studia Historica, XIII (1995), págs. 89-118.

[61] Sánchez Rubio, R. : La marginación en Extremadura : los moriscos deportados (1571-1594). Memoria de Licenciatura (inédita). Cáceres, 1985. Un completo análisis del censo de 1594 en Fernández Nieva, J. : “Un censo de moriscos extremeños de la Inquisición de Llerena (1594)”. Revista de Estudios Extremeños, XXIX (1973), págs. 149-173.

[62] Tanto más si tenemos en cuenta que se trataba de una población muy joven : el 41% eran menores de 15 años, el 43% estaba en el grupo de edad de 15 a 40 años y sólo el 16% superaba esa edad.

[63] Cortés Cortés, F. :  Esclavos en la Extremadura meridional en el siglo XVII. Badajoz, 1989. Véase el cuadro de la pág. 56.

[64] Archivo Histórico....Año 1653. Escribanía de Juan González Rubio. Fol. 713.

[65] Ibidem. Año 1653, s/f y 1653 fol. 460.

[66] Ibid. Fol. 422-423.

[67] Huerga, A. : Historia de los Alumbrados. I. Los Alumbrados de Extremadura (1570-1582). Madrid, 1978, pág. 13.

[68] Nos han sido facilitados por la Dra. María de los Angeles Hernández Bermejo.