El sitio de Zaragoza

Fantasía militar

Cristóbal Oudrid

 

La ciudad aragonesa contaba en 1808 con poco más de 50.000 habitantes, una guarnición militar de apenas 1.463 hombres y serias deficiencias estructurales en sus defensas. El aristócrata José Palafox, quien había acompañado a Bayona a Fernando VII, es nombrado a su regreso nuevo capitán general y afronta la tarea de organizar la resistencia. Fracasados los intentos de detener a los franceses en campo abierto, éstos se presentan a las puertas de la ciudad el 15 de junio de 1808. Llegarán a sumar 15.000 infantes, pero sus intentos de asalto se ven repetidamente rechazados por una multitud enfervorizada, incluyendo mujeres y niños, que utiliza toda clase de medios, incluida la guerra a cuchillo, para detenerles; en esta tarea destaca el arrojo de Agustina Zaragoza Domenech. Sabedores de la derrota de Bailén y de la marcha del rey José a Vitoria tras abandonar la capital, los imperiales, que han sumado numerosas bajas, se ven obligados a retirarse el 14 de agosto. El segundo sitio de Zaragoza se produce en diciembre: 50.000 franceses comandados por los mariscales Moncey y Mortier contra un número similar de españoles, entre soldados regulares y paisanos voluntarios, aunque peor armados. Las calamidades sufridas por los sitiados (frío, hambrunas, epidemias) y la dureza manifestada por los sitiadores, quienes llegaron a consumir 80.000 kilos de pólvora, hicieron aún más heroica una resistencia que se materializaba en cada calle y en cada casa, convertidas en barricadas y fortines. Más de 60.000 muertos dejó la contienda. Ni el entusiasmo popular ni el fanatismo de Palafox pudieron evitar la capitulación de Zaragoza el 20 de febrero de 1809, un año que será absolutamente desfavorable para las armas españolas. 

Los sitios de Zaragoza, como también los que padecieron otras ciudades como Badajoz, Ciudad Rodrigo, Cádiz, Gerona y un largo etcétera, tuvieron la suficiente carga dramática como para inspirar durante todo el siglo la creación de numerosas obras de arte. En el ámbito pictórico destaca el gran lienzo del pintor fuentecanteño Nicolás Megía titulado La defensa de Zaragoza (1890), que en la actualidad se exhibe en el Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Será otro extremeño, Cristóbal Oudrid quien ponga música y emoción a este episodio tan representativo del carácter popular y patriótico que tuvo la Guerra de la Independencia. Nacido en Badajoz en 1825 e hijo de un músico militar de origen flamenco, su formación autodidacta no le impidió, siendo muy joven, aprender a tocar variados instrumentos y dirigir el Liceo de su ciudad antes de marchar a Madrid en torno a 1842. Destacado pianista, fue director de las orquestas del Teatro de la Zarzuela y del Teatro Real, en cuyo escenario murió en 1877. Sería la zarzuela el ámbito en el que más se prodigó como compositor, si bien fue El sitio de Zaragoza, fantasía militar inicialmente ideada para rondalla, de carácter programático y descriptivo (cañonazos, fusilería y toques de ordenanza, mezclados con sones de música popular, recrean a la perfección el escenario del sitio), la que le otorgó verdadera fama.