Al dos de mayo

Himno patriótico, 1808                                                                                                                                                                                                  Anónimo                                                                                                                                                                                                             

Transcripción para banda de Enrique Blasco

 

Los hechos que condujeron al inicio de la Guerra de la Independencia se sucedieron con la celeridad y conmoción que caracterizan a todo movimiento de carácter popular. En contraste con la pasividad de las clases dirigentes, y ante la percepción de que el estado se descomponía y se humillaba frente a la soberbia del imperio napoleónico, el pueblo hubo de erigirse en protagonista absoluto. Entre el motín de Aranjuez que depuso al valido Godoy y provocó la abdicación de Carlos IV en el príncipe Fernando y el estallido de la revuelta del 2 de mayo, media poco más de un mes, durante el cual los ejércitos franceses han conseguido dominar las principales rutas y ciudades de la mitad norte de España y han entrado en la capital. Desde el palacio real hasta la Puerta del Sol, pasando por el Retiro y el parque de Monteleón, cada rincón de Madrid se convierte en el escenario de una lucha desigual: un pueblo mal armado pero furioso contra los mejores destacamentos militares del mundo, gobernados por Murat. El emperador de los franceses observará con estupor cómo esa España que él pretendía redimir de la pobreza y la opresión de sus monarcas absolutos, prefería, sin embargo, luchar por su libertad.

Son innumerables las manifestaciones artísticas que, desde el mismo momento en que ocurrieron unos hechos que todos percibían como trascendentales, pretendieron perpetuar la memoria de esta jornada. La música, además de enriquecer tales manifestaciones, añadía un elemento de interés: los himnos y canciones populares eran interpretados y transmitidos por el pueblo, lo que los convertía en instrumentos de lucha tan eficaces o más que las armas: “Y suenan patrias canciones / cantando santos deberes / y van roncas las mujeres / empujando los cañones” (Oda al Dos de Mayo, de Bernardo López García). El poeta llamado a poner versos a este himno es Juan Bautista Arriaza (1770-1837), quien unía a su condición de ser madrileño y coetáneo a los hechos la de hijo de militar, oficial de marina él mismo y partidario acérrimo de Fernando VII, condiciones todas ellas que dieron como resultado un canto patriótico, guerrillero y emotivo:

 

“Día terrible, lleno de gloria,
lleno de sangre, lleno de horror,
¡nunca te ocultes a la memoria
de aquel que tenga patria y honor!
éste es el día en que con voz tirana
«¡ya sois esclavos!» la ambición gritó;
y el noble pueblo, que le oyó indignado,
«¡muertos, sí», dijo, «pero esclavos, no!»
El hueco bronce, asolador del mundo

al vil decreto se escuchó tronar;
mas el puñal, que a los tiranos turba,
¡aun más tremendo comenzó a brillar!”