La marcha de Cádiz

Marcha militar de la zarzuela Cádiz, 1886

Federico Chueca y Joaquín Valverde

Arreglos para banda de Abel Moreno

 

Al igual que ocurrió en otras ciudades españolas, los ecos del 2 de mayo precipitaron los acontecimientos en Cádiz. La ejecución en esta ciudad del capitán general de Andalucía, D. Francisco Solano, por no adoptar una actitud más resuelta contra los invasores, fue seguida de una frenética carrera por asegurar las defensas de toda la bahía. Los ataques franceses por mar comenzaron en junio de 1808 y tuvieron como principal parapeto (aparte de los baluartes, cañoneras y bombardas) a “un inmenso y anhelante gentío”; la escuadra gala, finalmente, hubo de claudicar. En los últimos días de enero de 1810 se instala en la ciudad la Junta Central Suprema; Cádiz, por su situación meridional y sus defensas naturales, aún era un lugar a salvo de los franceses, si bien las tropas de Víctor no tardarían en sitiar la ciudad: treinta meses de asedio habrían de afrontar los gaditanos. La Junta se disuelve meses después, deja nombrada una Regencia y despacha la convocatoria a Cortes extraordinarias y constituyentes. Reunidas el 24 de septiembre, y al tiempo que los vecinos-soldados se esforzaban por impedir la entrada de los franceses, aquellas llevaron a cabo su magna obra legislativa: proclaman y asumen la soberanía nacional y redactan la primera constitución liberal española, publicada el 19 de marzo de 1812. En ella se establecen los derechos y libertades de los ciudadanos y se garantiza el funcionamiento democrático de las instituciones a partir de la división de poderes. El ambiente político, y no sólo el patriotismo reciente, era favorable a la actuación de los diputados: Cádiz había sido la más burguesa y cosmopolita, y por tanto liberal, de las ciudades españolas gracias a su próspero puerto comercial. Aún sitiada y asolada por mil desgracias, el teatro y la prensa tuvieron un desarrollo extraor­­dinario. Desde ahora, el nombre de la ciudad quedará vinculado para siempre a la conquista de las libertades, si bien la desaparición definitiva del absolutismo en España aún habría de esperar.

 Ambientada en el asedio de Cádiz tal y como lo narró Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, los compositores Federico Chueca (Madrid, 1846-Madrid, 1908) y Joaquín Valverde (Badajoz, 1846-Madrid, 1910), autores de inolvidables títulos del llamado género chico, idearon una zarzuela que al poco de estrenarse en el teatro Apolo, en 1886, alcanzó una popularidad inaudita, siendo cantadas sus piezas más pegadizas en todos los rincones de la capital. La marcha militar, último número musical del primer acto, era en realidad la versión de un himno compuesto por Chueca en honor del general Prim en 1868. Se convirtió pronto en el vértice de la obra, pasando del escenario del Apolo a las bandas de todos los regimientos, y hasta llegó a ser propuesta en 1898 para himno nacional. Sin embargo, la derrota ante los norteamericanos ese mismo año en la guerra de Cuba hizo que cayera en el olvido, cuando no convertida en símbolo de la “patriotería populachera”. Triste y paradójico destino el de una marcha destinada a homenajear a ese pueblo que derrotó a los franceses e hizo posible la llegada de las libertades:

 

“¡Viva España!

que vivan los valientes

que vienen a ayudar

al pueblo gaditano

que quiere pelear.

Y todos con bravura

esclavos del honor

juremos no rendirnos

jamás al invasor”